lunes, 8 de abril de 2013

Ahí arriba.

Por todas esas personas que se fueron sin avisar. Se fueron sin decir "Adiós" por el simple hecho de que ni ellos mismo sabían que se marcharían. Los que están ahí arriba desde el día en que se fueron, mostrándonos su mejor sonrisa que aunque no la veamos sí que podemos imaginarla como si la tuviéramos delante, podemos sentir esos abrazos que un día nos aportaron paz, podemos recordar y revivir en nuestra mente aquellos momentos tan especiales que nos hicieron pasar, o como nos ayudaban a levantarnos de cada caída, como nos cebaban en las comidas y las meriendas, parecía que se pensaban que no habíamos comido en la vida; o cuando nos decían que éramos los más guapos del mundo mundial y nosotros sonreíamos de una manera dulce y sincera. Nuestros abuelos. Aquellos a los que tanto hemos querido y tanto queremos, que han sido como padres para nosotros, han sido las patas de nuestra mesa, nuestro suporte, el asa de nuestro cubo, la manivela de nuestra puerta, nuestro mango de la sartén, nuestra bombilla de la lámpara o nuestras agujas del reloj; algo imprescindible. Son las personas de las que nos acordamos cada día y les dedicamos todas nuestras victorias. En algún volveremos a estar con ellos, pero mientras tenemos que formarnos como personas e intentar que se sientan orgullosos de lo que somos o podemos llegar a ser en un futuro.

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