domingo, 7 de abril de 2013
Todos iguales, nadie diferente.
Muchas veces nos paramos a pensar el "¿Por qué?" de muchas cosas y la mayoría de las veces no encontramos respuesta. Queremos lo que no tenemos y lo que está a nuestro alcance no lo valoramos. El ser humano es así, somos egoístas por naturaleza y superficiales como la vida misma. No aceptamos a las personas por cualquier defecto físico o psíquico que tengan. Juzgamos sin conocer y hablamos sin saber. No fiamos más de las apariencias que de las palabras que salen de esa persona. Nos guiamos más por lo que nos dicen los demás, que de lo que realmente pensamos y muchas veces dejamos que nos afecten las palabras de quien menos nos importa. Pensamos más en nuestro propio beneficio que en el del que tenemos al lado. Nuestra vida es una acumulación de impulsos por los que nos dejamos llevar y nuestra cabeza un juego de preguntas y respuestas que nadie consigue acertar. Todo esto es la realidad, tan real como la vida misma. Y por mucho que nos empeñemos y nos propongamos cambiar, todo seguirá igual.
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