Tu teléfono nunca suena. Que triste el recordar aquellas llamadas. Que inoportuno el recuerdo, aparece cuando menos lo necesitas, tu mente se lo consiente y tu corazón lo rechaza. No necesita más daños, ya fue suficiente, y esta vez, la reparación tardará más de lo que tenía pensado.
Puedo no roncar por las mañanas, puedo aguantar la respiración bajo el agua hasta que explote, puedo dar la vuelta al mundo en 81 días, puedo viajar a la Luna si así lo quisieras, puedo mendigar besos si tú no me los das. Pero lo que si que no puedo es olvidarte en este mismo instante, porque por ti volví a nacer.
Era tu guerra de por las noches y tu desayuno por las mañanas. ¿Podíamos pedir más? Lo fuimos todo, dejamos el pasado atrás, tú el tuyo y yo el mío. En ese momento, dejamos de ser dos para ser uno.
Por esas tardes de peli que terminaban en pasión, por esos abrazos que seguían con besos, por esas palabras que se convertían en sonrisas, por aquellas promesas que han quedado en nada.
Desencadenabas mi locura y me hacías perder el control de mis sentidos cuando menos lo esperaba, porque así eran nuestros momentos juntos, algo inesperados.
Pero escúchame bien, estoy aquí amor.
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